jueves, 11 de septiembre de 2014

De Poetas y de Locos...

De poetas y de locos… Cualquiera que haya recibido alguna clase de lingüística general se dará cuenta de que no existen las “malas palabras”, dado que la lengua en su condición de ser un sistema convencional, adquiere la forma que la sociedad le entrega, estas “malas palabras”, también forman parte de la lengua y su apodo existe sólo en el imaginario BURGUÉS, adjetivo y título al que muy pocas personas en este continente (América) pueden llegar a obtener. Lo que sí es un hecho son las imágenes espantosas, construidas obviamente por palabras, en el caso de la poesía ¿Carne de cañón? Bueno, una imagen tosca y carente de poiesis. Esta figura “en su origen hace referencia a los soldados o tropa inconsideradamente expuesta a peligro de muerte” y sin duda, una expresión que en palabras de algún taxonomista de la lengua, es de carácter “vulgar”. La poesía aunque parezca algo banal tiene su encanto y dificultad, no cualquier persona puede escribirla, por muy esposo o esposa de algún poeta de renombre como Rigoberto Paredes. El punto es que últimamente se le ha dado el mote de poeta (palabra que no me gusta) a doña Anarella de Paredes, a quien saludo cordialmente, y quien por alguna razón se ha dado a la tarea de clasificar las palabras en malas y buenas, feas y bonitas, poéticas o no, quién sabe con qué autoridad. No conforme con eso ha cometido el grave delito de usar esta frase (Carne de cañon), sin justificación, en uno de sus “poemas” dedicado a una de sus "idolas". Ojalá y lo rectifique y que sus alumnas no vayan a cometer ese apedreamiento a la poesía. Postdata: El poema no lo pongo ya que sólo lo escuché en una noche de lecturas de la señora Anarella Vélez y no lo recuerdo completo. Atte. Magdiel Midence

martes, 18 de septiembre de 2012

Mi nuevo libro para la web

Circo Metaurbano

Cosas que No Entiendo


Te veo en tantas cosas
 y sucede que me pierdo
abrazo mi estrella que ha muerto
y entonces me recordás que no es lo mismo
pero insisto en besar tu camino

caigo desmayado
y la vida insiste que la soledad es de uno sólo
fue tan fácil construir una herida
que la herida cambió de lugar

quisiera decirlo de forma comprensible
pero soy un pleonasmo
cada tachadura me duele a futuro
cuando se trata de vos

nada es suficiente
y nada es tan poco
“como no vas a cansarte
si de miércoles a martes
ya estoy harto yo de mí”

espero que esto lo explique
nadie, nadie
construye soles en tan poco tiempo
ni nadie los destruye en tan menos

Te veo en tantas cosas
y sucede que me pierdo





Libro gratuito http://es.scribd.com/doc/106252384/Circo-Metaurbano

martes, 7 de agosto de 2012

Presentación de Duermevela Backstage


Ludwing  Varela Haciendo la introducción de la presentación de Duermevela Backstage









Magdiel Midence (yo) haciendo la lectura de los poemas de infierno



Tania Claudina Alvarado, Marvin Valladares y Magdiel Midence (Ángel Felipe)


El Público (exquisito)










Magdiel Midence y Duermevela Backstage: Un poco de agua fresca Por Jorge Martínez Mejía Reconocer a un poeta no es difícil cuando evidencia su pasión, su entrega al oficio y su intención de mandar al carajo las taras heredadas. No se trata de adquirir por ósmosis con los libros o con agrios y avejentados poetas el insumo literario. Un poeta se reconoce por esa porción de valentía que le permite mostrar su “gramo de locura”, su parentela con cierta anomalía para ver el mundo, para sospecharlo y rechazarlo. En la costa norte hondureña no somos muy afines a reconocer de primas a primeras el logro literario de los jóvenes escritores, más bien somos reacios para dar la bienvenida al gremio y no es cualquiera el que se atreve a tirar sus dislates a las fauces de la jauría. Por esta razón algunos aspirantes a escritores permanecen años encerrados en su alcoba, leyéndole al espejo, o mostrándoles sus trasnoches a experimentados críticos sin obra. Algunos llegan a desarrollar oscuros complejos, complicadísimas fobias que comienzan con el temor de cruzar una calle para no encontrarse con un cítrico escritor costeño. Otros desarrollan personalidades clandestinas, se desdoblan en las tertulias y muestran un colmillo semiótico, una expresión desenfadada que se delata en el temblor de la voz, en el tic recientemente adquirido, en la intrínseca sospecha de saberse nadie. Eso que se conoce como “locura poética” muy pocos la han sabido llevar como indumentaria natural y “poetas malditos” nunca han cruzado por la Tercera Avenida. En San Pedro Sula los poetas han tenido que beber buenos tragos de desprecio, de indiferencia y olvido. El poeta que se cuenta entre los poetas vivos es porque su trabajo poético, su oficio y su locura permanecen intactos para una minoría de lectores casi inexistente. Sin embargo, algunos logran esquivar estos escollos y alcanzan su breve momento de gloria en el reconocimiento de un minúsculo, pero certero grupo de escritores para quienes un nuevo libro de poesía debe ser una faceta distinta de ese otro texto que escribimos juntos, en el sentido borgeano. Magdiel Midence ha vuelto a San Pedro Sula a presentar su segundo libro: Duermevela Backstage; ya con Retrato de un payaso adolescente (2010) logró llamar la atención y el aprecio de su obra por su coherencia con nuestra percepción de un entorno fragmentado, hecho de retazos y erráticas conexiones con un universo literario que pareciera menos caótico. Referencias a una percepción postmoderna, a un recorte de realidad con el que compartimos ciertos ángulos: desdén por un código estético establecido por el modernismo y que se ancla en lo sublime, y de otro lado un código ético establecido por la vanguardia que reclama la crítica del orden social. Además de cierto estado de asombro o perplejidad ante un comportamiento decadente sobre el objeto artístico que orienta hacia su destrucción, o al menos a los artificios anquilosados. De igual modo que en Retrato de un payaso adolescente en el que se puede ver con facilidad este pedacero poético, Duermevela Backstage comparte las mismas afinidades, las mismas inquietudes y las mismas fuentes: Trakl, Nerval, Blake, Baudelaire, Rimbaud, Eliot; con la diferencia de que en Duermevela se percibe con insistencia la voz de Alejandra Pizarnick, y algunos ecos de Leopoldo María Panero. Un rasgo distinto es que la nota del simbolismo es ahora más profunda y macabra, más frecuente y con más ganas de rockear: más intencionalmente marginal, más intelectual, más madura y por ende; su rebeldía es más consecuente. Técnicamente, el lenguaje está mejor manejado, mejor tramado, musical, entonado y eficaz. La impresión que te deja la lectura es que ya estás frente a un poeta que sabe tratar su material, lo sabe escoger e hilvanar, tiene un propósito, y no es cantarle a la muchedumbre, a pesar de utilizar los códigos del vulgo. Hay una intencionalidad metaliteraria que exige argumentos estéticos. Por eso es que cualquiera puede errar en su primera lectura, cuestionar la falta de buen gusto, y suponer que una palabra osada colocada al pasar es una grosería. Se trata de un desenfado antiliterario tratado con la licencia que el conocimiento de la lengua le permite al poeta. El lenguaje soez y el desenfado profano son las estrategias que utiliza el poeta para demoler el supuesto poder de lo sublime en la literatura. Su intención de ruptura es clara, y su identificación con los más osados poetas de la costa norte también. Magdiel Midence ha regresado a San Pedro Sula con un poco de agua fresca de esa antigualla de ciudad de donde vino. Y nos deja con una exquisita impresión de saber que la poesía va encontrando buenas manos. ................................... Magdiel C. Midence nació en Tegucigalpa el 26 de enero de 1984, estudia Literatura y Lenguas Extranjeras con orientación en francés en la Universidad Nacional Autónoma de Hondura Ha sido miembro del grupo literario Máscara Suelta. Ha participado en diferentes festivales internacionales de Literatura. En 2010 publicó Retrato de un payaso adolescente.

domingo, 5 de agosto de 2012

Ternura

Las páginas están en blanco
y el mundo gira alrevés
toda la matería es amorfa...

La crudeza del tiempo es igual que la mirada del padre, al momento en que sus hijos   parten hacía otros rumbos, para bien o para mal la distancia es una anomalía en nuestros brazos... Decir te amo, es a veces un deber, pero repetirlo tantas veces hasta perder la resonancia, es un padecimiento que lleva al dolor.

Y el dolor nunca fue tan fuerte como hoy.